Aquí van unas cuantas que le dedican hoy en el diario Gara a Santiago Carrillo y su coherencia política, que aunque todo esto es de sobra conocido, como parece que hay quien no se entera habrá que repetirlo alguna vez más viendo que hasta del Partido "Comunista" de España le hacen homenajes a este señor a pesar de renunciar a su lucha por sus ideales por agarrarse a un sillón en el Congreso...
Artículo de Francisco Larrauri Psicólogo para GARA
El título no es un intento de insulto desalmado a un difunto, sino una consideración política llena de respeto a quien hace décadas representó un esforzado y valeroso movimiento comunista y posteriormente, libre y voluntariamente, se hizo amigo de un rey elegido para reinar por el general Francisco Franco y que ha representado los principios fundamentales de la dictadura que el ex secretario general de los comunistas mandó combatir durante cuarenta años.
El título no es un intento de insulto desalmado a un difunto, sino una consideración política llena de respeto a quien hace décadas representó un esforzado y valeroso movimiento comunista y posteriormente, libre y voluntariamente, se hizo amigo de un rey elegido para reinar por el general Francisco Franco y que ha representado los principios fundamentales de la dictadura que el ex secretario general de los comunistas mandó combatir durante cuarenta años.
Facilitado y realizado el paso para abrazar a la monarquía española y por consiguiente al más ultramontano nacionalismo español con el apéndice de la guerra sucia en Euskal Herria, la actividad personal de los últimos años de Santiago Carrillo ha suscitado una lógica revisión de su obra, en la que no se le ha perdonado la deriva política, más por el aprovechamiento que de ella han hecho los que fueron en su día adversarios de las libertades individuales y nacionales que por lo que haya repercutido en los que siempre han considerado el marxismo como una alternativa real al capitalismo en crisis.
El primer fraude que surge con el reconocimiento explícito de la monarquía, el monarca y sus valores ha sustraído el sentido ético a millones de republicanos y de ciudadanos sin adscripción partidista, que por el mero hecho de defender la legalidad y seguir fieles a la República, fueron víctimas de las fechorías de los militares facciosos. Víctimas permanentes desde el ayer por la identidad y dignidad típica de la gente corriente, y por la resistencia lúcida en combates cotidianos que les llevaron a la cuneta o a la diáspora sin que Santiago Carrillo rechazara el rancio españolismo representado por la monarquía impuesta y hereditaria. Se llegó a decir que todos los que lucharon contra Franco merecían que sus nombres fueran conocidos, pero Carrillo no solo no ha roto el silencio por ninguno de ellos, sino que ha vilipendiado a las víctimas y las ha convertido en «olvidos» silenciados. Ahí está Ahaztuak 1936-1977 para que no se olvide jamás la represión del fascismo y la dictadura, homenajeando a las mujeres y gudaris asesinados.
El segundo fraude es a la diáspora y a los exilados
que por cuarenta años, pudiendo o no volver, se mantuvieron apegados a
la República, sin que nadie hablase de ellos. En China, Moscú, Cuba,
República Dominicana, México, París y Montauban, donde el autor ha
tenido personalmente antecesores, y a los que el camarada Carrillo pidió
disciplina y sacrificio para aguantar, incluso sin correo, para que los
familiares del interior en su respuesta no contribuyeran a las arcas
del fascismo con el valor de un sello, se vivieron muestras de heroísmo.
El tercer fraude, el más íntimo y partidista, lo han vivido los militantes comunistas españoles, pero también los comunistas vascos, catalanes y gallegos. La lucha clandestina en el interior, con idealismo a raudales, que siguió a la política de resistencia al fascismo y que tuvo su momento álgido en el maquis de 1939 y en la segunda guerra mundial, la pagaron los comunistas con su vida. Las muertes en combate, los paseos sin juicio, las torturas que son endémicas, hasta el fusilamiento de Grimau por el régimen que tan bien representó Juan Carlos I, así como los últimos fusilados del franquismo merecían por parte de Carrillo una reflexión y un análisis menos egoísta. Habría sido tan justo que continuara sin echarse al suelo por un monarca que no es continuidad de la monarquía expulsada por el pueblo, sino continuación de los principios del Movimiento del general Franco, que la memoria viva de los camaradas desaparecidos, sus descendientes y familiares, se lo hubieran reconocido eternamente.
Lenin, en otro momento de la historia, escribió «La
revolución proletaria y el renegado Kausky» para denunciar la actitud
servil ante el oportunismo y el inaudito envilecimiento teórico del
marxismo de quien fuera dirigente de la II Internacional. La
transferencia del pensamiento es libre, y de un renegado hemos
transitado a un político defraudador al que el espíritu de izquierdas
que pervivió al fascismo de 1939-1975 le exigía si no rebelión, al menos
indignación por la continuidad de un fascismo que se ha resistido a
desaparecer, y precisamente por la postura ideológica y política de
Carrillo, que a lo largo de las últimas décadas no ha significado
indicios de progreso moral, se le arrinconará de la historia
progresista, convirtiéndolo en ideológicamente prescindible para
cualquier proyecto político emancipador.
Hemos descubierto con él que la miel del poder es pringosa y engancha, y que la perversidad es polimorfa. Anécdota de peluquín y silencio culposo frente al padecimiento de la represión y tortura en Euskal Herria en nombre de su amigo el rey español. Conocedor de que ha tenido muchos tiempos, tal vez sean la derecha conservadora y la socialdemocracia española las que preservarán acaso su memoria; esta ha sido su voluntad y su testamento, su verdadero ocaso.
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